lunes, 7 de enero de 2013

El miedo de Olvido.

Olvido resopló, disgustada. Vio alejarse el autobús, aquel autobús que hubiera cogido a tiempo si hubiera salido de casa 2 minutos antes. Era el último de la noche, y allí estaba ella, maquillada, con sus tacones y un vestido de fiesta y sin nadie que la acercase a la ciudad. Miró el reloj y comprobó que todavía le quedaba una buena media hora para llegar a tiempo y, ante la imposibilidad de hacer nada más, echó a andar. Frunció el ceño al acercarse al camino que había de tomar y se paró un segundo. Miró alternativamente a la carretera atestada de coches y sin acera y a la otra que se situaba entre campos, mal iluminada y poco transitada. La elección fue clara: un reciente accidente de coche había hecho nacer en ella un incontrolable miedo a los coches; se veía totalmente incapaz de caminar varios km sin una acera en una carretera abarrotada y con entradas desde autopista que la obligarían a cruzar por la carretera de un punto a otro de dicha entrada. Así pues, se dirigió hacia el otro camino. Avanzó por él con los cascos en los oídos, mientras sonaba un solo de guitarra de Slash. La luz de la ciudad fue quedando atrás y una oscuridad cada vez más densa fue engulléndola; Olvido se paró y, visiblemente nerviosa, sintió la necesidad de parar la música sin saber por qué. "Sí sabes por qué", susurró su propia voz dentro de su cabeza, "quieres estar alerta por si algo hace ruído en esta oscuridad". Con el camino sin luz, delante y detrás, Olvido necesitaba más que nunca sus oídos. La idea la hizo estremecerse. Le dio al botón de stop, enrolló los auriculares y los guardó en el bolso y después siguió caminando intentando no pensar en nada más que en la fiesta mientras el sonido de sus tacones repicaba contra el asfalto. "Esta noche va a ser genial, hace muchísimo que no salgo, hoy va a salir mucha gente y va a haber un buen ambiente". Crac. Olvido se paró en seco, abrió los ojos como platos y sintió que se le anegaban en lágrimas de terror. "¿Qué es eso?". Le dio miedo mirar atrás. ¿Y si había alguien y aprovechaba para atracarla? "Qué estúpida, ¿en serio crees que no iba a hacerlo si no te dieses la vuelta?", resopló enfadada su voz en su cabeza, "¡Vamos, gírate! ¡Compruébalo y quédate tranquila ya!". Olvido obedeció, tomando aire muy despacio y girándose lentamente hacia la negrura que había dejado atrás. "Gírate un poco más y alcanzarás a comprobar todo el camino". Sentía el terror clavándole sus uñas en el corazón a medida que se daba la vuelta, y de pronto...nada. No había nada. Un camino vacío, unos árboles que le parecieron monstruosos erigiéndose en el campo. Absolutamente nada. Olvido respiró, ya más tranquila, y prosiguió el camino. Intentó trazar en su cabeza un plan más elaborado para esa noche. ¿A dónde irían después del cine? Habían quedado en ir a tomar una copa pero sin concretar el sitio, y le apetecía especialmente aquel local dond...CRAC. Se paró en seco, sin más remedio que hacerlo porque el miedo le había agarrotado los músculos y apretó las manos hasta que se clavó las uñas en las palmas y comenzó a dolerle. Sabía que no podía seguir caminando sin más, tendría que volver a girarse, volver a comprobar el camino, o de lo contrario lo más seguro era que el terror que la paralizaba no la dejase volver a caminar y se echase a llorar como una niña boba y perdida. Se armó de valor de nuevo ("eso es, venga, ya lo has hecho una vez, no es para tanto") y volvió a girarse lentamente, captando cada vez más camino en su campo visual...y de nuevo, nada. Los árboles, el camino vacío. "No hay nada", suspiró Olvido, "absolutamente nad"...sus ojos recayeron en un detalle en el cual no se había fijado antes y el corazón comenzó a latir como un loco, como queriéndose librar de aquel mal que Olvido intuía. Posó sus ojos lentamente en cada una de las dos cunetas que se abrían entre el campo y la carretera por las que oía el débil rumor del agua. "Podría haber alguien ahí". "Alguien podría estar siguiéndote andando por las cunetas. Tal vez estaba escondido tras un árbol cuando te vio pasar y te sigue por ellas. Tal vez ha partido un par de ramitas con los pies y se ha agachado y escondido para evitar que lo vieras cuando te dieses la vuelta". Olvido observó las cunetas, plenas de oscuridad. Oía correr un reguero de agua por ellas, pero no lo veía. ¿Podría haber algo más en ellas que no veía? De nuevo sintió las lágrimas agolparse en sus ojos ansiosas por salir; hizo un esfuerzo por contenerlas y pensar con claridad. "Tengo que ir a ver, no me queda más remedio". Negó ligeramente con la cabeza nada más pensarlo. ¿Ir a mirar a las cunetas, a ambas, a la oscuridad que se cernía sobre ellas? Eso era demasiado para ella, demasiado. Intentó quitarse los infundados miedos de encima y pensó "Qué tontería, sólo me asusto porque es de noche y aquí no hay iluminación. Estoy en medio de un campo, por Dios, habrá ardillas o pájaros en los árboles, es lógico que haya algunos ruidos". Sintió que el corazón volvía a su ritmo normal y sus músculos se relajaban y aprovechó el momento para volver a andar. "¿Cuántas habrán pensado lo mismo antes de ser violadas y asesinadas? ¿Cuántas habrán creído que no pasaría nada?", volvió a replicar su propia voz en su interior. Le dio mentalmente un manotazo a esos pensamientos y siguió caminando intentando no pensar en las cunetas. "Si al menos no hiciera tanto ruido con estos tacones", pensó, aterrada. Frente a ella veía el túnel que formaba la carretera por la que caminaba y el improvisado techo, que no era otra cosa sino la autopista sobre ella. "Detrás del túnel es la parte más oscura. Si alguien se estuviera escondiendo para atacarte sin duda estará esperando a que llegues a ella". Olvido gimoteó y sintió que le costaba más andar. Las piernas le temblaban y le parecía confundir el ulular de la brisa con una respiración no muy lejana. Se adentró en el túnel y sin previo aviso se giró sobre sí misma esperando que quien la estuviera siguiendo no tuviera tiempo de esconderse. De nuevo no vio nada, pero la sensación siguió sin abandonarla. El horrible pensamiento de que su perseguidor la había adelantado por las cunetas y se encontraba delante de ella en el camino, esperando, la sacudió y amenazó con hacerla chillar de puro terror. Volvió la vista hacia el frente, despejado por lo que alcanzaban a ver sus ojos en aquella oscuridad tan densa, y no muy lejos vio la luz de una farola e intuyó el rumor de un coche. "No queda nada, tonta, vamos". Siguió caminando, con el taladrador sonido de sus tacones sobre la carretera y sobre la noche, la noche más espesa que había visto nunca. Sin darse cuenta la idea de que su atacante la había adelantado se había colado de tal manera en su cerebro que no quitaba la vista del árbol que se hallaba a unos 50 metros delante de ella, en la vasta extensión de césped situada a la derecha. Un único árbol, un único escondite. Si había alguien, allí estaba, Olvido lo tenía claro. Pensó en pasar deprisa, sin mirar, porque tal vez el ladrón, el violador, el asesino o lo que fuera se daría cuenta de que había esperado demasiado, de que allá delante ya había una luz y ya había coches y era demasiado peligroso atacarla tan cerca de la carretera luminosa. Apretó el paso, pero no pudo evitar mirar de reojo al árbol en cuanto pasó a su lado. No vio nada, sólo tal oscuridad que hacía parecer negro el espeso follaje, y siguió caminando, acelerando cada vez más. Y entonces, CRAC. El ruido sonó tan cerca, tan palpable, tan amenazador que Olvido enloqueció de terror y echó a correr. Gritaba y corría, tiró su bolso al camino que iba dejando atrás con la esperanza de que tan sólo fuese un ladrón y le bastase con eso, corrió por su vida hacia la luz, la luz que estaba cada vez más cerca, la luz que iba a salvarla, la luz. Corrió con sus tacones que no estaban hechos para correr, y cuando ya estaba alcanzando la luz, casi la tocaba con la yema de los dedos, uno de sus tacones se rompió, haciendo que su pie se torciese y que ella perdiese el equilibrio. Olvido cayó hacia la cuneta derecha y su nuca golpeó contra el frío cemento.

No llegó a la cita y no tuvo que decidir a qué locales ir.
Al día siguiente la luz del día bañó la carretera, donde el bolso seguía intacto y el miedo de Olvido se la había tragado.

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