Recuerdo cuando me hacías sentir
como si nadie más existiera,
como si el cielo fuese
mi cama permanente,
como si la belleza se hubiese inventado
para mí;
y recuerdo
que cada palabra que salía de mi boca
parecía apasionarte,
interesarte,
darte más ganas,
hacerte reír.
Recuerdo todas las noches que dormimos
y las que no dormimos
y las que nos despertamos,
pareciendo que nunca te hartabas de mí,
y recuerdo que empaqueté mi vida
y corrí a tu lado pensando
que el resto de mis días
serían así.
En algún momento
tu atención se fue mudando
de las cosas conmigo
a las cosas sin mí,
había veces que estábamos hablando
y no recordabas
lo que acababa de decir.
Me vestí y me peiné tantas veces
que no te dabas cuenta
que me dejé de vestir,
y las horas que antes pasaba contigo
empecé a pasarlas
con un negro porvenir.
Un presagio se instaló en mi alma,
mi corazón, pesado, me hablaba de partir,
la ropa que estaba en los armarios
me hablaba de otra época
en la que fui feliz;
encontré el calor sola en la ducha,
el frío ambos en cama,
el amor tan baladí
como arena
que entre dedos desgrana
y me hace preguntarme
qué ha pasado aquí.
De pronto ya no me veía guapa,
ni me veía lista,
ni me veía feliz.
De pronto ya no era interesante,
ni buena acompañante,
me convertí en tu actriz.
De pronto, el cielo era noche,
de pronto, yo no valía nada,
de pronto, estaba inacabada,
y muerta en vida a mí me vi.
Y ahora, siendo tan invisible,
como resulto para ti
ya solo me queda el recuerdo
de lo que otrora un día fui.