viernes, 1 de marzo de 2019

La mano de Alex

Los primeros rayos de Sol entraron reptando por la ventana hasta la cama, jugando a escalar por la mejilla de ella, que sintió el calor, muy leve, y soltó un murmullo de satisfacción. Notaba el cuerpo de Alex a su espalda, y este, al escucharla, deslizó su mano por su cintura hasta debajo de su pecho y la arrimó contra él. La chica sonrió, todavía perezosa, pegó más la espalda a su vientre intentando fundirse en un abrazo más profundo. Su propia mano, blanca y pequeña, encontró la de él y entrelazó sus dedos.
-Pronto habrá que levantarse -murmuró ella, con voz soñolienta y protestona- y yo solo quiero quedarme en cama así tooodo el día, remoloneando.
Como única respuesta él la abrazó más fuerte y, pegándose a su melena, la besó en la parte posterior de la cabeza.
Aquello estaba bien, pensó ella, estaba muy bien. Había dejado atrás todo lo conocido solo por Alex, porque cuando le conoció supo que era él y que le seguiría al fin del mundo, así que cuando hubo que hacerlo metió sus pantalones, sus camisetas y el resto de su vida en una maleta y dejó muchos kilómetros atrás su tierra para disfrutar eternamente de momentos como aquellos, el acostarse cada noche juntos y el despertar con él cada día.
Mientras disfrutaba del roce cálido y el firme abrazo, el sonido de su móvil rompió el silencio. Sin abrir los ojos, arrugó la nariz, molesta por la inoportuna llamada, y contestó sin mirar siquiera quién era. Lo primero que escuchó fue el inconfundible sonido de la calle, del tráfico, un perro ladrando, un claxon, el llanto de un niño pequeño.
-¡Hola, cariño! Perdona que te moleste tan temprano, pero he salido corriendo de casa porque llego tarde al trabajo y me he olvidado el almuerzo, ¿puedes acercármelo después?
Abrió los ojos de forma automática al mismo tiempo que el corazón se le disparaba. Lentamente despegó el teléfono de su oído y, mientras la mano la atraía todavía más hacia el cuerpo a su espalda, vio el nombre en la pantalla, inequívoco: Alex.

Desconfianza

 Igual que cuando fuera llueve Y decide una, por no enfermar, Por prevención, porque se conoce el cuerpo, Ponerse un abrigo, la bufanda, los...