De mí y para mí
lo que me quedará siempre será la Muerte,
como una vieja amiga que no abandona,
como un cuervo que se pasea.
Una nube oscura y sola
soy, una nube oscura y sola.
Llovió y lloví,
yo vi la roca romperse
al golpearse con mi dolor, morirse
de pena, de esperanza y de destino,
y ahí estaba la Muerte,
para mí y conmigo,
soy una nube oscura,
para mí y conmigo.
El cielo se hizo trizas,
el corazón reguero,
el jilguero de mi risa
ya no retumba en mi pecho
y esta jaula imprevista
que es la dueña de mi encierro
se me clava en la retina,
me corroe el cerebro.
Una nube oscura y sola
soy, una nube oscura y sola.
De cosas que estallan hablaba,
de la daga clavada en mi pecho,
hablaba y todo estallaba
rompía, tronzaba,
se hacía pequeño,
¿a dónde iré a reparar
(¿y quién me va ayudar?)
este mundo entero?
Ay, yo vi la roca romperse
al golpearse contra mi pecho,
y marchitaron las flores de angustia,
sequía, agonía, de gritos y duelo,
el jilguero de mi risa
ya no vuela en el viento,
una nube oscura y sola
soy, una nube oscura y sola.
Morirse de pena, de desesperanza,
morirse de miedo,
morirse con amor en la garganta,
sin sentido y sin lamento.
Morirse de nada y de destino,
morirse de tormenta y cielo abierto,
y ahí estaba la Muerte, para mí y conmigo,
y morirme, mi único acierto.