En una noche de Combarro
viví la última de mis vidas,
una negrura azabache
amorosa, se cernía
sobre las vetustas calles
por las que a la deriva
caminaba en zigzag
partiendo hacia la despedida.
Y a cada paso que di,
una etapa de la vida,
allí nací, allí crecí, allí viví
en un solo día
siete vidas como los gatos
que entre casas se lamían
y, mientras me reía,
me fui acercando al morir.
Allí en la noche de Combarro
se pierde, o se encuentra, una ría,
que abraza a un mar con nombre,
lleno de melancolía,
y a medida que me alejaba,
me acercaba a la despedida,
fui a morir con los pies en la tierra
y una lágrima salina.