sábado, 19 de marzo de 2022

Da igual, es igual

 Una piedra fría bajo mi cuerpo, una gota repiquetea en algún sitio, una sensación de ingravidez me domina y aún así, el cuerpo está lo más pesado que lo he sentido nunca. La cabeza sube y baja, como el alma pensándose si largarse o quedarse un rato más. Estoy mojada, o me siento mojada, no sé. 

De pronto lo que siento es que me incorporan y que los dedos de un desconocido hurgan en mí, pero no como otras veces, hurgan en la boca, en la garganta, buscando algo cuello abajo. Un espasmo, dos, tres, una náusea violenta y rabiosa y vomito una amalgama de cosas innombrables. Parte de la pasta está en esos dedos intrusivos y recuerdo que musito una disculpa. "Da igual, es igual", y se frota los dedos contra la camisa, como quien no quiere la cosa, como si lo que acaba de salir de mí no fuese asqueroso, no tuviese olor. Le da igual, es igual. 

Qué zapatos más pesados los suyos. 

Un momento, ¿y yo qué sé? 

Me aparta el pelo de la cara, me da agua de una botella. ¿De dónde sale? ¿Él, la botella, qué estoy preguntando? No lo sé, qué inconexión.

Escupo. Y me da la tos y escupo más. Y otra disculpa. Y da igual, es igual. 

"¿Eres un ángel?", ¿qué digo? 

"Te haría falta uno, ¿no? El tuyo estará de vacaciones", sabe lo que dice.

"Sí...no...nunca he tenido".

Menciona algo de llevarme a un médico, la cabeza se me sigue yendo pero no quiero. No quiero no quiero no quiero. No sé cuántas veces lo repito porque una parte de mí está muy lejos, tan lejos, no sé dónde pero no es aquí. 

Hay silencio un momento y luego dice cosas que no entiendo pero está bien. La sensación de ingravidez se incrementa cuando me levanta. Odio no estar tocando el suelo y se lo hago saber. Esa es otra cosa que le da igual. 

Las calles pasan a saltos, en los que estoy consciente y en los que no, como una suerte de película con escenas truncadas o con censura que se aproxima invariablemente al final pero con mucho menos guion. Y luego en un momento una puerta se abre chirriando y me recibe un olor que no es el de mi casa y un gato que no es el de mi casa. Me abrazan unas sábanas que no huelen para nada a mi detergente. El gato me huele, me estudia, se enrosca a mi lado. No debo oler bien pero también le da igual, es igual.

La mañana me acuchilla los ojos con su luz y me levanto de forma brusca, vomito de forma violenta en un suelo oscuro. No sé dónde está el baño. Me duele la garganta. Pido que me deje limpiarlo, me deja ayudarle. Estoy más lúcida y es extraño. 

"Ya sé que lo digo mucho, pero lo siento".

Se ha pasado a ratos de la noche comprobando que no me moría en su cama. Me ha traído agua dos veces, aunque no me acuerdo. El sofá tiene pinta de terriblemente incómodo para dormir, es muy pequeño, él es más grande.

El silencio se instala. La vergüenza también.

"Debería irme. Pero gracias".

El silencio persiste. La vergüenza también. 

Miro a mi alrededor. Estoy buscando mis cosas. Un leve momento de pánico pensando que quizá mis cosas no están, que él me encontró a mí, pero alguien antes había encontrado mi bolso. Lo veo de pronto, sobre una silla al fondo. Voy hacia allí.

"Puedes irte cuando quieras..."

Su voz rompe el ruido blanco.

"...pero me gustaría que te quedaras un rato. Que desayunes algo. Y que me cuentes cosas sobre lo que pasó ayer, por qué pasó, si va a volver a pasar."

Ahora soy yo quien no contesta por un momento. Toda mi parte defensiva se pone alerta en un momento. 

"Da igual, ¿no? Es igual."

La mueca de fastidio es innegable y me pregunto por qué intento molestar a un desconocido que solo ha intentado ayudarme.

"No", me dice. "En este caso no es igual."

Desconfianza

 Igual que cuando fuera llueve Y decide una, por no enfermar, Por prevención, porque se conoce el cuerpo, Ponerse un abrigo, la bufanda, los...