Imagina la soledad contenida
en una tarrina de helado
con una sola cuchara,
en escoger la película sin debatir,
en unos versos que se te escapan de la mente,
fluyen por las yemas de los dedos,
se vierten en nada y para nadie,
imagina largas charlas con uno mismo,
una mirada sostenida solamente en el espejo,
una sonrisa afable de vez en cuando
en una foto, fingida,
imagina la soledad de una herida.
Imagina la soledad de no recordar nunca,
solo imaginar, cuando una canción suena,
del abrazo de una manta en el invierno,
de un poema que te nace en la mente
y vuela libre para posarse
en la nada, y para nadie,
la soledad de un eco que oscila
entre que nadie lo escuche y ser ignorado.
Imagina la soledad de una página,
arrancada de un cuaderno como un bebé de unos brazos,
preñada de tinta, de versos que te nacen en la mente,
que se escapan, vuelan,
fluyen por tus yemas
para verterse en la nada y para nadie,
imagina la soledad de un número primo,
que entre uno y uno mismo oscila,
imagina la soledad de una herida.