Si estuvieras aquí
para romperme este muro a besos,
en lugar de dejar que me espante
la soledad con sus ladridos,
si estuvieran tus manos para quitarme
de las manos el ladrillo,
tus brazos para estrujarlo,
para estrujarme,
recomponerme,
hacerlo añicos,
tu fuerza para evitar
el inevitable designio,
una mirada fiera para asustar al destino.
En lugar de eso no estás
y el muro me trepa y en el muro anido,
me raspa la calma que hierve al llorar
en ronco silencio dentro de mi exilio,
la plata me pesa y me hace tropezar,
con ella llevo la traición en el bolsillo,
el cadáver de Pepito Grillo
y una sombra en la faz.
Yo, que solo buscaba paz,
encuentro certezas: este no es mi sitio,
la risa, la guerra, el beso, el delirio,
el aroma, las manos, el alma, el anillo,
una fuerza que no evita,
una mirada que no asusta,
un inexorable destino.
No estás, no estás,
y el muro me trepa y en el muro anido.