viernes, 23 de diciembre de 2016

Teatro

No hay nadie a quien pueda contarle esto. Hace años escribía diarios pero terminé tirándolos todos, en un arranque de locura, porque no me gustaba la persona que veía en ellos. Como si deshaciéndome de unas cuantas páginas pudiera deshacerme de mi historia, o de mí.
De todos modos nadie lee esto. Todo esto es una parte de mí que a nadie le interesa. Esto no son mis ojos ni mi boca ni mis pechos. Esto no se merece ninguna atención.
Estoy terriblemente sola. Vivo esperando el fin de semana. Cuando llega el sábado se levanta el telón y comienza la farsa. Hice teatro muchos años y la que salía al escenario nunca era yo. En el teatro simplemente la gente no quiere verte a ti, les interesa tu personaje. En mi día a día, todo esto es igual.
Tengo mil sonrisas para regalar y frente a lo que todos puedan pensar detesto el contacto físico. Pero lo necesito. Me he pasado tanto tiempo sola que a veces necesito desesperadamente sentirme parte de algo.
Vistámonos entonces con la ropa adecuada para esta farsa y maquillemos los labios un poco menos que las emociones. Cuando bebo, en la copa se va quedando la pintura.
Acostémonos entonces con alguien por sentir algo aunque el alma esté muy lejos. Necesito estar viva aunque sea entre unas sábanas. Demasiada anestesia es peligrosa.
Viviendo entre vasos y besos, que terminan ambos igual de vacíos, representando la misma función una y otra vez con distinto público. Soy más sencilla que esto.


Me gustaría tener alguien que quisiera verme de verdad.
Alguien que pueda hablar conmigo y entenderme.
Alguien que comprenda que es más íntimo abrir la mente que abrir las piernas, que se quede conmigo al frío estudiando el calor de mi alma, que sepa diferenciar mis risas.

Alguien que tras la función entienda que tras el personaje hay una persona y se acerque lleno de buenas intenciones a presentarse a la actriz.

jueves, 22 de diciembre de 2016

Me dice que soy guapa y quiero gritar, GRITAR, gritar, soy más.
Quédate y descubre la cara tras la careta, descubre quién soy a las 5 y a las 6 cuando nadie mira.
Tengo otro tipo de belleza que nadie, NADIE, nadie sabe entender.
Me estoy muriendo como una flor regada solo con palabras bonitas.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Los espejos de Swathi

Se llama Swathi.
En realidad no es su nombre, pero Swathi significa "estrella" en algún idioma exótico de algún lugar lejano donde todos sus problemas podrían parecer pequeños. Es apropiado porque Swathi brilla como una estrella pero también se consume. Y el nombre real siempre es algo mundano que no nos describe a ninguno.


Swathi aceptó sonriendo la copa. El chico le devolvió otra sonrisa trémula e insegura. Ella murmuró un alegre "gracias" y se dio la vuelta, abandonando al muchacho que acababa de gastarse el dinero en ella. Nadie lo ha obligado, pensó Swathi. No se sintió mal en ningún momento porque sabía que aquella copa sería lo más interesante que podría aportarle el chico. Una cartera un poco más llena y un poco de alcohol amargo, de entumecedor de realidades. Era la tercera copa y quizá habría muchas más aquella noche. Muchas más para retrasar el momento de despertar en domingo sintiendo los restos de una diversión insípida y vacía.

La mañana de domingo Swathi se despertó sola aunque hubiera alguien más en la cama. Se sirvió un vaso de zumo y se lo tomó mirando a la nada, existiendo, notando lentamente la lengua y el aliento fétido de una realidad que la reclamaba. Lo tomó sentada frente al espejo, estudiando la cara cansada, las ojeras, el pelo sin peinar, los labios con restos de pintura, el tenue olor a sudor del alcohol mezclado con su colonia. Y se horrorizó de que el espejo le devolviera la imagen de alguien bello.
Los perezosos pasos la llevaron al estudio. Abrió delicadamente el cajón, como un amante dulce, y recolectó de su interior las hojas llenas de poemas. Se las acercó a la nariz, aspiró fuertemente. Los ojos se le llenaron de lágrimas de emoción. Las posó con cuidado a su izquierda mientras se sentaba en la silla y los minutos pasaron mientras su mirada fue mutando del amor tan tierno por sus creaciones a una mezcla de turbación, frustración y rabia. En un impulso salvaje se arrancó la ropa. También en el estudio tenía espejos, como en todas las habitaciones de la casa. Muchos habían bromeado con su vanidad y su orgullo, "tantos espejos, incluso en la cocina", decían burlonamente. Swathi se reía y les seguía el juego, "no puedo dejar de admirarme en ninguna habitación de la casa".

Desnuda frente al espejo intentó desesperadamente hacer una larguísima lista de sus defectos. De cosas anormales, feas, deformes, que tuviera. Su ira creció al observar sus pies. Eran preciosos, proporcionados, suaves. Recordaba vagamente el comentario de algún amante, "incluso tus pies son bonitos", mientras ella asentía aburrida.
Se miró la curva de la cadera y las piernas, los pechos y las axilas, los labios llenos. En otro tiempo sus ojos eran simplemente pequeños y anodinos y ahora la gente había decidido que eran tan armoniosos en su cara que eran bonitos. ¿Por qué?
Volvió a sentarse en la silla para que se le formaran michelines. El vello del cuerpo estaba completamente erizado de frío. Si hubiera allí algún hombre que quisiera adentrarse en ella le hubiera cedido una chaqueta. Si hubiera varios hubiera podido abrir una tienda de ropa e igualmente hubiera seguido teniendo frío. Hay un frío que no se va con el ardor de la carne joven. Hay almas que solo se templan al calor de una conversación.
Extirpó a otro cajón las fotografías de la infancia. Miró su pequeño cuerpo rechoncho, su cara vulgar y redonda. Una bilis amarga subió por su esófago hasta dormirse en su boca; aquella niña había soñado con ser guapa. Y no solo guapa, muy guapa. "Bueno, felicidades" murmuró Swathi, hastiada. Ya en aquellas fotos escribía y la gente lo llamaba "talento". Porque cuando tu cuerpo es rechoncho y tu cara es vulgar y redonda puedes tener talento. La gente puede apreciarlo y admirarte. La gente quiere buscar la belleza que existe en tu talento.

Sentada y fría, con el montón de poesía que nunca enseñaría a nadie porque a nadie le interesaba verlo a su izquierda y el montón de inquietudes vitales que nunca contaría a nadie porque a nadie le interesaba escucharlo a su derecha, comenzó a sentirse culpable. El líquido del zumo se digería poco a poco en su estómago. Con rapidez y decisión se dirigió al baño. Cuántas veces había castigado a su belleza en aquel váter. Cada vez menos, porque cada vez la castigaba más en el plato vacío.
Luego se levantó manchada de jugos y sangre, llena de mocos y lágrimas, y se miró al espejo. Quería encontrar un esqueleto que produjese rechazo. Quería que aquel vómito la hiciese repulsiva. Pero su pelo enmarcaba su dulce cara y vio una hermosa mártir, una niña perdida. Un grito subió por su garganta.
Swathi gritó ferozmente. Algo tan animal que parecía que iba a romperse para poder dejarlo salir. Sus manos pequeñas y delicadas arremetieron contra el espejo. Sus puños blancos se tiñeron de rojo. Un golpe, otro golpe, otro más, uno por cada vez que se han fascinado con la imagen del espejo y no han querido mirar más en ella. El espejo se desmenuzó y Swathi arrastró los fragmentos por el lavabo, cortándose la piel, precipitándolos al suelo. Con una rabia gutural los pisó, destrozando sus pies. "Incluso tus pies son bonitos".

Una espiral de locura manchada en sangre, vómito y mocos alargó la mano y cogió el cristal más grande. Hundió su afilada punta en la carne de su cara. Una vez y otra y otra, una por cada vez que no importaron las palabras que decía, sino el vaivén de su boca al hablar. Su tersura y su suavidad se abrieron de formas obscenas.


Cuando terminó, exhausta, fue a verse en un espejo sano. Admiró su obra y riendo de alegría, dejó caer el cristal.

Solo se dejó la boca sin tocar. No quería deformarse los labios y que le costase pronunciar.
"Porque de ahora en adelante, pensó felizmente Swathi, el mundo sabrá escuchar lo que tengo que decir".

martes, 8 de noviembre de 2016

Crónica de cuando todos los elementos fallan

Nacemos solos y morimos solos. Soy capaz de afrontar esto. Lo terrible es el camino entre un punto y otro; a menudo, demasiado largo.
Cuatro elementos quise que fueran mi cayado:
El aire tan voluble se esfumó como vino,
el agua terminó por adherirse a mis ojos y bajar rodando por mis mejillas,
el fuego me hizo arder y después me consumió
y la tierra jamás me sostuvo firmemente, abriéndose bajo mis pies.


A todos y a cada uno quiero gritarles que gracias por nada. Espero que hayan disfrutado. Yo solo sé amar como los niños, sin maldad, con inocencia, con pureza, pero en cambio sé sufrir como los ancianos. Y estoy igual de mustia. Os odio por convertir mis poemas en recuerdos espantosos.

Gracias por adelantado a todos los que me hieran de ahora en adelante. Gracias por ver lo bueno de mí y destruirlo. Incluso en el dolor usaré mi inspiración para daros belleza pura: la poesía.



jueves, 3 de noviembre de 2016

Quiero comerte a besos.
Que se nos pasen las horas entre secretos y sexo,
que tu pelo me huela
a lo que mi piel más anhela
y tu piel siempre seda
no sea cosa de tiempo.

Quiero comerte a besos
y ser la yegua que montas como fiel caballero
y que mis manos sean hiedras
trepando y rompiendo piedras
que vayan apareciendo
entre mi boca y tu aliento.

Quiero comerte entero,
hacer tan caliente como agosto el frío mes de enero,
y escribirte poesía
con la lengua cada día
en todos los recovecos
que van dejando tus huesos.

Quiero comerte a besos,
empezando por el cuello y terminando en la bragueta,
y que mi cuerpo de poeta,
de los pies a la cabeza,
te aúlle como los lobos
a la henchida luna llena.

martes, 21 de junio de 2016

Cinco siglos

Algunos hemos sido criados en la cuna de la honestidad más perversa.
Llegamos a este mundo sin pertenecer aquí, pero no es culpa nuestra.
El mundo no lo entiende.


Qué más hubiera querido yo que pertenecer a esta época, a este sitio, a esta sociedad.
Hubiera querido ser exactamente igual al molde.
Hubiera querido que algo más que el amor de mi madre me dijese que merecía la pena.

Cuando naces se supone que tienen que quererte. Se supone que eres frágil, indefensa, inofensiva. Se supone que tus padres te aman sin importar qué.
En mi caso nací sujeta a unas expectativas que no cumplí para mi padre.
Mis rasgos le parecían anodinos, aburridos y feos. Quisiera haberle gritado que todo el mundo decía que me parecía a él. Recuerdo sus críticas porque mi mejor amiga era rubia de ojos azules y yo no. Como si hubiera podido hacer algo.
Por entonces no se me daban bien muchas cosas. Mi amiga cantaba y a veces hacía ganar dinero a sus padres. Al ser bonita aparecía en anuncios. Yo no era una niña de anuncio.
Tenía el carácter calmado y tranquilo de todo observador. Así se aprende cómo es la gente, cómo es el mundo. Y escribía. Escribí mi primer poema a los cinco años y trataba sobre el mar y las gaviotas.
Siempre me han gustado las gaviotas aunque la gente diga que son anodinas, aburridas y feas.
Entonces le dijeron que tal vez debería ir a un colegio para altas capacidades. Yo me alegré porque algo me hacía especial, algo se me daba bien. Valía para algo.
Él no.
Me dijo que las mujeres inteligentes se quedaban solas.
Que más valdría tener una cara bonita para que pudiera hacerle ganar dinero con anuncios.
Me sentía tan avergonzada.

Luego el carácter dócil empieza a cansarse y abandonarte. Empecé a pensar que no era culpa mía. Y un día simplemente le grité, le grité que no era nadie.
Esa noche mi madre estaba trabajando y él abrió las llaves del gas.


Si hay un Dios quizá le dio pena una niña tan patética y desolada y me salvó la vida.


Luego dentro de mí se gestó un monstruo. Un monstruo de odio para unos e indiferencia para otros. En realidad una mezcla de ambos para todos.

A los 11 años ya tenía dos siglos.

Tanta observación te ayuda a aprender a encajar cuando quieres.
Tanta observación te enseña a dejar de querer encajar.

Durante años noté algo malo creciendo en mí.
Mi padre no me había querido aunque estaba en el mundo para eso. Los padres quieren a sus hijos. Así que debía haber algo terrible en lo que yo era.
Cada vez que yo me enorgullecía de algo, desdeñaba mi trabajo y mi ilusión. Entonces yo me avergonzaba por haber creído que aquello que había hecho había sido bueno alguna vez.

Los años pasan y todo el mundo aprende a amar de otras maneras.
Yo no quería amar de ninguna de ellas.
Sí hubo gente, idiota e ignorante, que dijo quererme.
Y recuerdo reírme amargamente en sus caras y abrirles la puerta para echarlos.
Yo no podía darle nada bueno a nadie.

Ninguna de aquellas personas había llegado al fondo de mí. Pero si los dejaba entrar verían lo mismo que había visto mi padre y me repudiarían. Ni siquiera sabía en qué punto debía empezar a frenar a una persona, porque no sabía dónde estaba el problema.
Es la tristeza de huir de algo sin saber qué es o dónde se esconde.

Mi vida era un grito silencioso.
Una llamada de socorro en cada sonrisa.

Luego llegó ella, que creí que era mi amiga, y me hizo lo mismo.
Me hizo creer que todo en mí estaba mal cuando estaba empezando a pensar que quizá el problema era que mi padre no veía bien. Y de pronto allí estaba, la innegable verdad. Dos personas veían lo mismo, y no podían estar ambas equivocadas.

Aquello me convirtió en algo autodestructivo y morboso.

Todos los monstruos como yo sueñan con dejar de serlo algún día. Con encontrar el camino correcto y ser lo que son los demás.
Yo lo conseguí a medias.

En mi imaginación la maté treinta y cinco veces por haberse disfrazado de mi amiga.
En mi imaginación me maté treinta y cinco veces por haberme disfrazado de su hija.

Cuando todos estuvimos muertos me di a luz a través del orificio de una herida en el alma.
Con gestos torpes y toscos intenté sin mucho éxito coser la herida.
Como un potro que acaba de ver el mundo anduve hacia la nueva existencia prometida.

Y ahora veo que aquí hay millones de monstruos.
Yo nunca he pertenecido aquí y no puedo sentirme en casa.
Vivo en un albergue, de prestado.

Siempre he sido de otro sitio, o mejor todavía, de otra época.
No me gusta la gente como la que siempre he querido ser.
Es cuando los ves de cerca y vives con ellos cuando finalmente la observación es más objetiva. Es cuando creen que eres uno de ellos cuando se quitan la máscara y te invitan a verlos trabajar.
Todos ellos trabajan en una fábrica de almas ajenas.
Debajo de la piel tersa de su careta se esconde el feo semblante del verdadero monstruo de este mundo. De ese monstruo que se cree con derecho a tomar tu vida entre sus manos y retorcerla hasta que te duela el cerebro.
Ese monstruo que nos crea a los demás y luego nos culpa por existir.

La boca me sabe a bilis al estar tan lejos de casa.
Ahora estoy avergonzada de haber huido hacia lo incorrecto.
Ahora sé que siempre me hará más feliz una lágrima sincera que una risa enlatada.


A los 23 años, tengo cinco siglos.

viernes, 6 de mayo de 2016

Tierra.

Tengo dentro tanta tierra
que ni escribo,
un amor que, como hiedra,
trepa por cada latido,
y mi abrigo de plebeya
en el olvido
siendo reina de la tierra
de tu ombligo.
Fuiste aire, fuiste agua,
fuiste fuego amigo,
eres tierra en la que ahora
para siempre habito,
el abono de mi yerma
alma de mendigo
y el Dios de las iglesias
de mi corazón vacío.
Y ahorra llena de tierra,
vacía de hastío,
la poesía a veces vuela,
siente que no la necesito,
pues tu risa tan ligera
y tu pelo que es de trigo
pueblan el verso más bello
que esta tierra
haya sentido.

Sol de tus ojos destierra
del valle de mis costillas el frío,
tus dientes diamantes que sierran
sentimientos enemigos,
voz de viento que encierra
el dolor en caja de pino,
y la mirada más bella
de la que soy testigo.
Tú, querido, eres mi tierra,
perenne como el olivo,
y yo seré siempre la reina
habitando en tu ombligo,
y seré siempre la hiedra
trepando en cada latido,
con mi traje de plebeya
olvidado en el olvido.

Desconfianza

 Igual que cuando fuera llueve Y decide una, por no enfermar, Por prevención, porque se conoce el cuerpo, Ponerse un abrigo, la bufanda, los...