Antes me asustaban las arañas.
Ahora me asustan menos cosas
-los animales abandonados, los niños
escuálidos,
el planeta muerto, los bebés devorados por
contenedores,
las venas que sangran, los marginados sociales,
los correccionales de menores, la abusiva
tecnología,
los cuerpos que nunca vuelven a aparecer,
la muerte en otros, los diálogos que no sirven,
los ancianos podridos de olvido, las bombas de
la guerra-
pero solo porque ya no me asustan las arañas.