Quizá empezó a beber
por una llaga disfrazada de mujer
que le dejó a su suerte,
sin la
copa cárnica de sus caderas
inyectándole con sus fríos ojos el sucio
anhelo
del alcohol.
Ella agarró con las uñas todo lo que él amaba
suyo,
supongo.
Cogió los párpados y los metió en la misma
bolsa
que los pechos y el corazón,
que los pulmones y los ojos y las piernas
y las axilas.
Se echó la bolsa al hombro y echó al hombre un
beso
que,por calidad de último,tal vez lo mató.
Imagino que entonces el alma masculina
quedaría tristemente anclada en el lugar donde
estuvo la bolsa
con los párpados,el pecho,y todo aquello,
y aburrida abrió una botella,juntó su boca con
la boca de vidrio
y la besó.
Cuando acabó de besarla estaba tan enamorado
que se prometió a sí mismo que nunca haría
lo que habían hecho con él,
y abrazando románticamente a aquella primera
botella vacía
le susurró: "nunca
te abandonaré".
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