viernes, 12 de abril de 2013

FIN.


Creo que no está mal pensar que después de tres largos años, más cortos para ti que para mí, es hora de ir escribiendo el fin. Fue hora hace mucho, fue hora hace tres años tal vez, o hace casi dos. Todo depende de en qué momento decidas que no quedaba más que exprimir.
¿Qué puedo contarte que no sepas? Realmente muchas cosas. Dudo que tengas la más mínima idea de la evolución que he ido sufriendo a causa de llevarte a cuestas, como un recuerdo ligero pero pesado, delicioso y amargo en el alma. Tampoco pretendo que la tengas, ya no. Hay veces que hay que saber terminar una historia sin explicaciones, sin demasiadas vueltas, sin la total implicación de todos los protagonistas. Únicamente hay que saber poner el fin, el adecuado; el más triste en este caso, y necesario a partes iguales.
Te tenía en un pedestal, ¿sabes? No a ti, hoy lo sé, sino a tu recuerdo, el recuerdo más bonito de mi vida. Los ojos más tristes y más puros, el alma más sincera y quebradiza. Me enamoré de ti hace tres años, y he seguido enamorada de tu recuerdo frente a la insondable imagen de tu presente, caminando entre el olvido apoyada en la mano que me tendiste. Y siempre, por muy cruel que el mundo fuera, por muy sádica que fuese la gente que me encontrase en esta vida, estabas tú. Tú eras mi motivo de creer en la bondad, en la pureza y sí, claro, en el amor. Me ofreciste el amor más limpio y brillante.
Ahora sé que no te conozco. Tal vez nunca lo hice, y sólo conocí quien eras durante unos meses, quien eras siendo todavía un niño, quien eras conmigo, pero me quedé tan prendada de ese recuerdo, tan lleno de belleza y esperanza, que no podría haberte imaginado de otro modo.
Debí verlo hace casi dos años, en aquella única noche bajo las estrellas. Yo estaba en el paraíso...¿dónde estabas tú? Creí que allí conmigo, dándome la mano entre beso y recuerdo, pero no. La triste realidad es que mientras tu amor es mi historia, mi amor es una línea de tu historial. Una línea triste e insignificante, sin color, sin un ligero subrayado. Una más de tantas. ¿No es muy triste pensar que el mismo futuro que tenías conmigo lo has tenido con las demás? ¿No es muy triste pensar que es realmente difícil que hayas amado tanto y entonces sea, tal vez, que no has amado nunca?
He aceptado durante estos años que tu amor ya no estaba, que quizá quedaba un poco, una brasa latente bajo tu piel, pero desde luego no la llamarada que siguió viva en mí. Lo he aceptado, y entendido. Y aunque me dolieran los brazos y se me hicieran astillas los huesos te he sostenido en alto, por encima de mi cabeza, en tu pedestal claro y limpio.
Tu pedestal cristalino se ha roto. Se ha desmenuzado en mis manos. ¿Qué has hecho? Sólo busco entender, ¿por qué? ¿Por qué has tenido que ensuciar el recuerdo más bello que tenía? ¿Por qué has escupido sobre una historia tan pura y sincera? Podía creer en los demás porque creía en tu recuerdo, porque creía en tu altruismo y tu fragilidad. ¿Por qué te has vuelto un monstruo y me has mordido?
Ahora ya nunca volverá a haber un pedestal al que subirte. Ya nunca más los recuerdos a los que me aferraba serán iguales. ¿En qué puedo creer cuando creía en ti más que nada y tú has fallado?
Hay cosas que no entiendo, cosas que no cuadran, y siempre busco todas las alternativas. Alternativas para entender, alternativas para hacer cuadrar las cosas, alternativas para excusarte. Pero no esta vez. Me he cansado de buscar algo hermoso en la basura.
¿Qué puedo ver hermoso si tú eras lo más bello de este mundo y te has podrido ante mis ojos?

Te he escrito un libro, el que te prometí.
Te he escrito muchas más cosas. Cada día que te quería te escribía.
Y te he escrito esto, pequeño, con la intención más firme y las lágrimas más desgarradoras, esperando sinceramente no escribirte nunca más.



Fin.

Desconfianza

 Igual que cuando fuera llueve Y decide una, por no enfermar, Por prevención, porque se conoce el cuerpo, Ponerse un abrigo, la bufanda, los...