El musgo de tus ojos me acaricia,
despierta mi desvelo y mi lujuria
y la entera y sólida avaricia
de quererte tener entero y sólido.
Crear un lago de besos en el cuenco
de hoyuelo en tu barbilla, como sórdido
estómago de pobre, aún hambriento
de vidas juntos, juntas las caricias.
Tu nariz de romano valiente
me lleva a maravillas, como a Alicia,
y crea en mi esófago un ardiente
e insólito de voz acallamiento.
Es tu cabello una sábana de seda
que me protege contra el viento
y quiera Dios que me concedas
tu figura frente a mí siempre presente.
Ojos de tronco de árbol con musgo
no hay día que ni queriéndolo no te quiera,
en mí te has hecho bosque tan profundo
que florezco en ti cual primavera.
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