Resuena un ladrido,
como de perro,
quizá rabioso,
cuando río.
Algo está cansado de que
lo esconda.
"¡Agáchate, agáchate!", le digo.
Temo no ser
lo suficientemente honda.
Al final saldrá a flote,
y será (seré) todo
basura y escombros,
una tierra yerma,
devastada
por reyes sin corona.
Abrí mis puertas, ¿sabes?
Como se abren a un amigo.
Al abrir las puertas entraron
las mentiras,
el dolor
y el frío.
Una suerte de termitas me comieron
hasta los huesos,
me los dejaron roídos,
la canción más dulce suena enferma,
me taladra los tímpanos.
Triste perra apaleada teme siempre
volver a gustar del abrigo.
Llevo rabia dentro, a veces muerdo,
me destruyo,
es un virus.
Cuando sale a pasear de noche
resuena como un ladrido,
al final saldrá todo a flote
y entonces
habré perdido.
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