y de puro frío,
ya que estamos,
para sobrellevar tan dulcemente
como si fuera una carga deliciosa
este vaivén emocional que es mi cabeza
sin importarme demasiado
la demolición que provoca.
Quizá, como los ilustrados, creo
de manera demasiado optimista,
no en todo el humano,
pero sí en mí,
en mi futuro,
en mi historia.
O quizá me asusta la perfección,
o al menos las cosas exageradamente buenas,
y para ello
las tinto de mediocres.
¡Qué escudo tan invisible!
Y qué efectivo.
El asunto es,
perdona,
mi cabeza divaga,
hay tantos callejones por los que puede discurrir que
simplemente echa a andar
y se pierde
y encuentra cosas que no le gustan
y luego encuentra piedras rotas,
cosas viejas,
dientes desportillados que le encantan
y la encandilan
y le hacen sentir segura.
¡Perdona, soy todo inconformismo!
Y todo frío, ya que estamos,
para resistir de forma tan dulce
este calor que me ofreces.
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