miércoles, 18 de marzo de 2015

No quiero volver a la espesura negra que enterré,
encerré,
bajo llave,
en el abismo más hondo de la memoria,
el rincón que jamás volveré a visitar
ni en unas cortas vacaciones.
La negrura tenía los dedos largos
y tan finos que se colaban por cada hueco de mi cuerpo,
tan viscosos que me llenaban de frío el alma,
y los huesos
hasta el tuétano,
y tenía ventosas que se llevaban
de mi estómago la risa.
No estoy dispuesta,
ni por nada ni por nadie,
a dejarme besar nuevamente por su lengua áspera
y ávida,
que en las noches más tristes me acariciaba la espalda,
sensualmente,
intentando convencerme de que era una vieja amiga.
¡No!

Entonces, en el grito me miro
y me reprocho a mí misma por entregar la llave
de mis miedos más profundos.
¿Esto puede volver a abrirse?
¡Puede!¡Y puede matarme!
¿Merece la pena, Dios mío,
merece la pena que ame?
¡Amar es arriesgarse!

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