Llevo soñándote toda la vida y sé que sueño memorias que aún no he podido formar. En mi cabeza ya nos hemos querido durante 30 años aunque solo he vivido 23. Quizá seas, o quizá no, el que legue la sonrisa a mis hijos, pero a ciencia cierta serás el que plante el árbol de la vida en mí.
Llegará un día en que te conozca y te haya conocido siempre; un día en que mire a tus ojos como a un espejo y me sienta en casa. Un día en que entienda por qué la vida no me dejó ser feliz con nadie más.
Entre tú y yo nacerá un mundo donde todo lo que lo habite será enteramente nuestro; donde el trono será mío por derecho y no me harás jamás compartir la corona. Y puede que la cocina, o la cama, sea nuestro reino, y los besos los más múltiples habitantes. Llegará un día donde me ría de las migas de amor que me dieron mientras muerdo el pan que hayamos horneado.
Tú no tendrás hora, ni para llegar ni para irte, ni tendrás prisa. No existirán los minutos ni las obligaciones cuando nos necesitemos, pequeños y marchitos, en las horas más débiles de la noche. Y aunque me encantará hablarte, ni siquiera necesitaré hacerlo.
Tú serás por entero la cuna en la que me meza, la canción que ahuyenta a la muerte y la luz entre la niebla.
Y nacerá un mundo donde el miedo poco a poco se haga más pequeño, cuando tú y yo nos encontremos.
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