viernes, 6 de mayo de 2016

Tierra.

Tengo dentro tanta tierra
que ni escribo,
un amor que, como hiedra,
trepa por cada latido,
y mi abrigo de plebeya
en el olvido
siendo reina de la tierra
de tu ombligo.
Fuiste aire, fuiste agua,
fuiste fuego amigo,
eres tierra en la que ahora
para siempre habito,
el abono de mi yerma
alma de mendigo
y el Dios de las iglesias
de mi corazón vacío.
Y ahorra llena de tierra,
vacía de hastío,
la poesía a veces vuela,
siente que no la necesito,
pues tu risa tan ligera
y tu pelo que es de trigo
pueblan el verso más bello
que esta tierra
haya sentido.

Sol de tus ojos destierra
del valle de mis costillas el frío,
tus dientes diamantes que sierran
sentimientos enemigos,
voz de viento que encierra
el dolor en caja de pino,
y la mirada más bella
de la que soy testigo.
Tú, querido, eres mi tierra,
perenne como el olivo,
y yo seré siempre la reina
habitando en tu ombligo,
y seré siempre la hiedra
trepando en cada latido,
con mi traje de plebeya
olvidado en el olvido.

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